LAS
ALTAS TEMPERATURAS ADELANTAN LA PROCESIONARIA.
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Se llaman orugas procesionarias del pino y es muy probable que alguna vez se
las haya encontrado moviéndose por el suelo de un pinar en un camino en
acompañamientos de decenas de ejemplares. Esa distracción natural no solo llama
la atención de las personas; también de los perros. Los más curiosos pueden perder la
vida en el intento de saber a
qué saben los graciosos gusanos.
Las orugas siempre están ahí,
pero en esta estación sorprendentemente (hablamos de un supuesto invierno) con
el calor se cruzan con los humanos y sus mascotas. A comienzo de primavera (que
es cuando suele ser y no en invierno), la subida de las temperaturas provoca el
espontáneo enterramiento, que como hemos comentado se ha adelantado por el
calor y las orugas, bajan de los nidos (esas bolas blancas en los pinos) y recorren
el suelo en búsqueda de un lugar en el que enterrarse para hacer una crisálida
(insecto) y romperla en julio ya convertidas en mariposa. Se mueven en línea en
una procesión (de ahí su nombre) guiada por una hembra y en ese momento serían
una presa facilísima para los depredadores si no fueran venenosas.
Ahí comienza el problema para los perros (o para cualquiera que
las toque, incluidos los humanos). Las orugas están cubiertas de unos pelos
urticantes con una toxina que resulta devastadora para las mascotas que ponen
su hocico sobre ellas.
Todo comienza con el
perro rascándose la boca, como si quisiera arrancarse algo de la lengua con las
garras y salivando profusamente. En ese momento, más vale correr a una clínica
veterinaria. “Pueden llegar a morir”
La oruga produce varias lesiones
en los perros. El cuadro tiene bastante que ver con un shock alérgico. Se
inflama la lengua, la boca, el esófago y el estómago. Llegado un punto, el perro no puede respirar y
fallece. En la mayor parte de los casos, no sucede porque interviene un
veterinario, pero la lengua de los animales que haya chupado una oruga se
necrosa. Algunos pierden casi
todo el órgano.
La recomendación de los veterinarios es correr a una clínica en
cuanto se perciban los síntomas, aunque antes puede lavar bien la boca con
abundante agua para diluir el efecto de los pelos urticantes. Si el paseo es
por el campo o está uno lejos de una clínica, los especialistas pueden recetar
un medicamento en pastillas o en inyección que algunos dueños llevan encima en
previsión de un accidente.
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